
Harfuch y el fin silencioso de “abrazos, no balazos”
La comparecencia de Omar García Harfuch ante el Congreso fue más que un ejercicio de rendición de cuentas: fue la confirmación tácita de un cambio de estrategia en seguridad, opina Javier Solórzano. Aunque el gobierno evita reconocerlo de forma abierta, el mensaje es claro: la era de “abrazos, no balazos” terminó.
Durante su intervención, Harfuch defendió los avances en materia de coordinación y operativos, pero lo más significativo fue el tono. Solórzano explica en su videocolumna que el discurso dejó entrever que la nueva línea consiste en enfrentar directamente a la delincuencia organizada, más que buscar su contención mediante acuerdos o acercamientos.
“Hoy estamos más en los balazos que en los abrazos. No es que esté bien, pero es imposible ignorar que el crimen está mejor armado y organizado que nunca”, señaló durante su análisis.
Los datos son menos importantes que la percepción ciudadana. En grandes urbes como Ciudad de México, Guadalajara o Monterrey, la sensación de inseguridad sigue creciendo. “La gente mide la seguridad por lo que vive en su calle, no por lo que dicen los informes”, se destacó.
Los datos son menos importantes que la percepción ciudadana. En grandes urbes como Ciudad de México, Guadalajara o Monterrey, la sensación de inseguridad sigue creciendo. “La gente mide la seguridad por lo que vive en su calle, no por lo que dicen los informes”, se destacó.
La mención de casos como Culiacán o Michoacán expuso la fragilidad institucional frente al poder del crimen. “El gobernador de Sinaloa sigue siendo el mismo, aunque los resultados no aparezcan. Mantenerlo es avalar una estrategia fallida”, advierte Solórzano.
Pese a los elogios dentro del recinto legislativo, el tono general de la comparecencia dejó ver que las reglas del juego cambiaron. Harfuch representa una visión más pragmática y operativa, en contraste con el enfoque político de los últimos años.
La frase que resume el momento, dice Solórzano, es: “Abrazos no balazos ha quedado atrás, aunque lo digan en voz baja”.
El saludo de López Obrador a la madre del Chapo, citado como símbolo de aquella política de cercanía, resuena ahora como un eco de otro tiempo. “No por el gesto, sino por lo que significó: escuchar a unos, pero no a otros”, recuerda.
La comparecencia no dejó grandes sorpresas, pero sí una conclusión evidente: México vive el fin de una estrategia y el inicio de otra, más directa, más dura, y quizá, más peligrosa.




