La ceguera de López Obrador
El pensamiento de López Obrador es anacrónico aunque no lo vea, excluyente aunque no lo pretenda, y dañino para su gobierno en la recta final, para el que venga y para el país.
Una de tres: o el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene una mente selectiva donde sólo registra lo que le conviene, o tiene colaboradores que le están mintiendo, o quien le informa todas las mañanas lo relevante en la prensa es disfuncional. Ayer lo demostró. En un intento por neutralizar las críticas sobre la forma como reculó de la beligerancia a la prudencia con el gobierno de Estados Unidos, el Presidente dijo: “Hasta el New York Times dice: ‘Aunque hay preocupación por el gobierno nacionalista de México, Estados Unidos está considerando como estratégica la relación económica con México para consolidar la región frente a la competencia mundial’”.
Es cierto. Así lo publicó el periódico más influyente del mundo, pero reportó los matices. En el sumario de su información, señaló: “Funcionarios de Estados Unidos están buscando un socio estratégico en el sur para crear un gran centro de manufactura que pueda rivalizar con China. Pero hay todavía dudas sobre la disposición en México de albergar industria extranjera”.
Y añadió: “Aun cuando los líderes de los dos países han expresado optimismo sobre su futura sociedad, una disputa comercial en curso sobre las intervenciones del gobierno mexicano en el mercado energético continúa arrojando dudas sobre la confiabilidad de México como destino de inversión extranjera”.
El Times no necesitaba haber publicado lo que escogió el Presidente para demostrar mañosamete que la relación bilateral va caminando sobre algodones. Eso mismo fue señalado por el secretario de Estado, Antony Blinken, y la secretaria de Comercio, Gina Raimondo, durante su visita a México este lunes, donde hablaron del potencial de inversiones que podría haber en México si aceptaba participar en la estrategia establecida en el Acta CHIPS y Ciencia, que entró en vigor el pasado 9 de septiembre.
El presidente Joe Biden ciertamente quisiera convertir a México en un socio estratégico para contener a China y vencerlo en el largo plazo, pero el presidente López Obrador no está en la misma sintonía. En la mañanera de ayer reforzó las dudas y la incertidumbre del gobierno estadounidense al insistir que la disputa con Estados Unidos y Canadá por las inversiones en el sector eléctrico son políticas, no técnicas, y falsamente aseguró a las audiencias mexicanas que el gobierno de Biden ya lo entendió.
Lo apuntado por economistas al Times sobre cómo esta actitud de López Obrador ha impedido que inversiones estadounidenses y de otras naciones que están saliendo de China aterricen de manera natural en México, perdiéndose miles de millones de dólares que podrían impactar la economía nacional, no va a cambiar. El Presidente mexicano no termina de entender que la discusión dentro del acuerdo de libre comercio norteamericano no corre por la ruta ideológica, y que lo único que va a provocar es perder la disputa en eventuales paneles que arbitren el conflicto, y fortalecer las suspicacias de que es un consumado violador del Estado de derecho.
La ley firmada por Biden incluyó inversiones multimillonarias para crear incentivos que ayuden a producir semiconductores (de su traducción al inglés proviene el acrónimo de CHIPS), y para otra nueva ley, el Acta para Reducir la Inflación, que busca reducir los costos para las pequeñas empresas manteniendo los costos de salud más bajos, apoyar las inversiones sobre energías limpias y fortalecer la resistencia de las cadenas de suministro, tan afectadas por la pandemia del Covid-19.
Biden ve en México un socio estratégico porque se podrían instalar fábricas para producir los microconductores, fundamentales para la industria automotriz, y vincularlas a las cadenas de producción. La pandemia del coronavirus y, este año, la guerra en Ucrania, provocaron serias disrupciones en la economía de Estados Unidos.
De acuerdo con un reporte del Congreso, el impacto en los precios de las importaciones generó un incremento de 13.9 por ciento en el primer trimestre de este año, que llevó la inflación a 8 por ciento en el mismo periodo y provocó una escasez de semiconductores que llevó a una reducción de 2.3 millones de automóviles, que contienen un promedio de 298 semiconductores cada uno, y disparó la inflación de los precios de vehículos nuevos en 13 por ciento y hasta 35 por ciento en los usados.
El aparato productivo estadounidense sufrió, como en el resto del mundo, pero Biden se apresuró a tomar medidas dentro de un contexto de seguridad nacional, para minimizar el daño y los costos ante futuras eventualidades. Al ser México su socio comercial, cuya principal industria de exportación es la automotriz, parecía natural que lo incorporara dentro de su estrategia regional. El Acta CHIPS y Ciencia, señaló la Casa Blanca en los documentos de trabajo sobre la ley, busca “inversiones inteligentes para que Estados Unidos compita y gane en el futuro”.
Una inversión política inteligente, se infiere con los llamados al presidente López Obrador, es que se sume a la estrategia. Va a estar difícil convencer que lo haga, por sus fijaciones y obsesiones. Su cabeza no está en la promoción de las energías limpias, y aboga regularmente por los combustóleos. Tampoco cree que los autos eléctricos, donde se ha llegado a mofar de Estados Unidos y otras naciones que en unos cuantos años dejarán de tener vehículos impulsados por hidrocarburos, y no le gustan las inversiones extranjeras porque cree que fueron resultado de corruptelas.
López Obrador no está en sintonía con las realidades del mundo, lo que lo lleva a excluirse, quizás inadvertidamente, de estrategias de largo plazo. El Presidente ha hablado en varias ocasiones de integrar un bloque comercial panamericano para enfrentar a China. La música es la correcta, pero su letra está equivocada. No va a haber ninguna estrategia panamericana encabezada por Estados Unidos, que se enfoca en sus socios, particularmente México. No es con políticas que regresan casi medio siglo los motores de desarrollo como se sumará a un plan de largo plazo. Su pensamiento es anacrónico aunque no lo vea, excluyente aunque no lo pretenda, y dañino para su gobierno en la recta final, para el que venga y para el país.