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Refinería sin gasolina; aeropuerto sin vuelos; más balazos… y católicos y judíos a la hoguera

Si la refinería no refina, ni lo hará pronto, sí sirvió para poner en escena un simulacro de promesa cumplida.

José Carreño Carlón

Si la refinería no refina, ni lo hará pronto, sí sirvió para poner en escena un simulacro de promesa cumplida.

La culpa es de los ‘apergollados’. Si el presidente quiso desviar la conversación pública de los fracasos del régimen, agolpados en los últimos días, sólo agregó un tema más de controversia con el espectáculo montado para inaugurar una refinería a medio construir. No ceden las críticas al fiasco, que se unen a la tomada de pelo del nuevo aeropuerto, inoperante, sin despegues ni aterrizajes buena parte del día y sin manera racional de acceder a él ni de llegar de allá a la capital. Para colmo, el asesinato de los jesuitas de Cerocahui detonó fuertes críticas de la Compañía de Jesús y las jerarquías católicas a la política presidencial de dejar hacer, dejar pasar a los cárteles, como se ve en Washington, así como de protección a sus sicarios, porque “también son seres humanos”, como lo ve aquí el presidente. Para el gobernante, las críticas de la iglesia católica se deben a que sus dignatarios están “apergollados” por la oligarquía. Pero el hecho de que más de dos semanas después de los asesinatos de jesuitas no encuentren al presunto homicida identificado, nos coloca ante un caso prominente que confirma la existencia de importantes regiones bajo control de las bandas criminales y de sus códigos de protección y castigo a propios y extraños.

Mano morena: ¿judíos sin patente para hablar? El lunes, el presidente comentó que está viendo la mano negra de los conservadores que quieren echarle encima a las iglesias. Pero la única mano, ciertamente morena, y la única boca que llevó a la hoguera de la mañana a católicos y judíos, fueron las del presidente. En el caso judío, el presidente fue más lejos. Tras absolver a un par de semitas amigos, pareció decretar un límite, inconstitucional a la libertad de expresión de este grupo de mexicanos.

Con la desafortunada metáfora de la ‘patente de corso’ que el trono inglés les expedía a los piratas, el presidente implicó que el ejercicio de la libertad de expresión del mexicano judío requiere de un permiso oficial, una patente que además no se la daría: “Eso no quiere decir ―les advirtió, tras el elogio a los paisanos absueltos― que toda la comunidad (judía) tenga una especie de patente de corso para poder dañar, afectar (con sus críticas) un movimiento de transformación nada más por sus ideales, sus pensamientos, su conservadurismo y repito, su hitlerismo”. Esto último, aplicado al publicista y crítico Carlos Alazraki, provocó la réplica de la comunidad y luego la contrarréplica presidencial con su negación, a los judíos, de la ‘patente’ para criticar.

No refinería: sí set de superproducciones Palacio. En los diagnósticos de los expertos, la refinería no sólo está inconclusa, sino que su eventual operación, acaso en dos años adicionales o más, resultaría inviable en términos económicos y financieros. Además, con yacimientos cercanos pequeños o declinantes ¿de dónde vendrá el petróleo? Pero si la refinería no refina, ni lo hará pronto, sí sirvió para poner en escena un simulacro de promesa cumplida. Además, el presidente le encontró el viernes otras formas de utilidad a ese monumento a la improvisación y las prisas políticas ordenadas desde un voluntarismo presidencial caprichoso y derrochador. Si no refina, la refinería ha encontrado su verdadera vocación: como set multimedia de Superproducciones Palacio. El set incluye la escenografía más cara del mundo, con sus gigantescas estructuras. Los costos han excedido entre el treinta y el cien por ciento el presupuesto original. No produjo combustible, pero sí una profusa superproducción de imágenes de propaganda oficial y culto a la personalidad.

Profesor de Derecho de la Información. UNAM

 

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