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Así afecta la alimentación a la salud emocional de los más pequeños

Tanto niños como adolescentes pueden ver alterado su bienestar emocional según los alimentos que consuman, con efectos importantes sobre su estado psicológico diario.

En los últimos años, son muchos los estudios publicados en referencia a cómo nuestro estado emocional y nuestro bienestar diario puede verse alterado en función de la alimentación que llevamos. De hecho, existe un área específica de la psiquiatría que lo estudia, la psiquiatría nutricional, con numerosas investigaciones en marcha. Y aunque todavía no se ha podido establecer una relación directa entre los alimentos y su impacto emocional, “sí que hay ciertos vínculos entre dieta y salud mental que ya se han establecido”, nos explica Arantxa Garcíapsicóloga de British School of Valencia.

Y es que se ha demostrado que hay algunos alimentos que tienen un impacto directo en nuestro cerebro. Esto puede ser, nos dice, aunque todavía no se ha podido establecer una relación directa entre lo que comemos y nuestro bienestar emocional (no hay demasiados estudios sobre ello), “a que sabemos que algunos alimentos afectan directamente a la producción de serotonina, un neurotransmisor que está muy relacionado con la regulación de nuestras emociones”. Más allá de saber cuáles son estos alimentos, es interesante conocer el efecto que una correcta alimentación puede tener en nuestros hijos, ya no solo en el plano físico, sino también en el psicológico.

Cómo nace el vínculo entre alimentación y bienestar emocional

Los vínculos entre emociones y alimentación aparecen desde que somos bebés. Solo hay que pensar en que la manera de calmar a un bebé suele ser darle el biberón o el pecho de la madre, desde los primeros días posteriores a su nacimiento. De este modo, nos comenta la experta, “la alimentación se convierte en una herramienta para combatir los momentos de estrés o tensión que nos surgen”.

Por tanto, hay que tener en cuenta que “toda relación con la comida comienza a establecerse desde que comenzamos a comer alimentos sólidos”, es decir, a partir de los seis meses de edad. Sentar una buena base desde que los niños comienzan a ingerir estos primeros alimentos, nos explica, “contribuirá a disminuir las posibilidades de establecer relaciones tóxicas con la alimentación”.

Así, este primer contacto con los alimentos, nos recomienda, “se debe realizar con paciencia y comprensión, dándoles su espacio y entendiendo que es un proceso que no todos los niños realizan en los mismos plazos”. Hacerlo así, aseguran los expertos, a la larga, establecerá una relación mucho más sana con la comida y, por tanto, la alimentación no supondrá un conflicto para ellos y afectar, de esta forma, a su bienestar emocional.

¿Cómo fomentamos una relación sana con la comida?

La mejor forma de hacerlo, nos dice la experta, es trabajar en ello desde que los niños son pequeños. “Es fundamental que aprendan que los alimentos son la gasolina de su cuerpo, transmitirles la importancia de llevar una alimentación saludable, no por la apariencia física, sino por su salud, y hacerles entender que existe un término medio para todo”. Esto último, va en relación a que, como nos comenta la psicóloga, “no hay que castigarse cuando en momentos determinados se comen alimentos que no son 100% saludables”. Ante todo, es importante que entiendan y que sepan por qué no es bueno comer ciertos alimentos en vez de prohibirles que los coman sin darles ningún tipo de explicación.

Si hablamos ya de la adolescencia, “entran en juego factores externos que pueden influir en la relación establecida con la comida”. Es decir, la influencia del entorno familiar, pero también del escolar, se hace más visible y la importancia que adquiere la apariencia física puede dar lugar a unos malos hábitos alimentarios. En algunos casos, nos dice la psicóloga, “la comida pasa a ser la principal vía de canalización de la angustia, ya sea disminuyendo la ingesta de comida o comiendo de manera compulsiva”.

El problema de la alimentación en la adolescencia

Aún a pesar de la relación que se haya establecido, para muchos chicos y chicas, cuando llegan a la adolescencia, comienzan con problemas en su alimentación. Para algunos de ellos, “su bienestar emocional depende de su imagen y se ven muy influenciados por la publicidad de ciertas marcas o por las imágenes que puedan ver en las redes sociales”, nos explica la psicóloga. Y es que, desgraciadamente, la importancia que algunos adolescentes le dan a la apariencia física puede terminar derivando en una mala relación con la comida. Por ello, llegados a este punto:

  • Es fundamental, como hemos comentado, “inculcarles desde pequeños que hay que mantener una alimentación saludable no por la apariencia física, sino por la salud”.
  • Hay que trabajar mucho su autoestima. Tanto familias como colegios tienen que ir de la mano y “desarrollar una inteligencia emocional sólida de los chicos y chicas que les permita enfrentarse con éxito ante situaciones que pueden derivar en esa pérdida de bienestar por culpa del aspecto físico”.

Ante cualquier signo de alerta -como cambios bruscos de peso, obsesión por la apariencia física, cambios en los hábitos alimenticios (como prescindir de una comida)-, hay que ponerse a trabajar en esta relación sana con la comida que garantice el bienestar emocional del adolescente.

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