Estatales

CUANDO LA DEMOCRACIA SE CONVIERTE EN CONTRADICCIÓN

Elena Córdova Molina

Legislando Contigo

El 16 de septiembre es, para millones de mexicanas y mexicanos, un día que se vive con orgullo. Recordamos el valor de quienes lucharon por la libertad y la soberanía de este país. Nos abrazamos como nación en medio de gritos de independencia, banderas ondeando y la esperanza de un México más justo.

Y, sin embargo, este año, mientras en las plazas se celebraba la libertad conquistada hace más de dos siglos, en Veracruz la democracia recibió un golpe. Ese mismo día, el Tribunal Electoral resolvió modificar el resultado de la elección municipal en Poza Rica, revirtiendo el triunfo que ya se había reconocido a Movimiento Ciudadano y a Emilio Olvera.

¿Qué significa esto para la ciudadanía? Más allá de nombres, colores o partidos, la decisión exhibe una incongruencia dolorosa: mientras en las calles celebramos la democracia, en los tribunales se ponen en duda las voces que deberían ser sagradas, las de las y los ciudadanos.

No es casualidad que la gente hoy se sienta desconfiada, que diga “¿para qué voto, si al final hacen lo que quieren?”. Esa es la herida más peligrosa que puede tener una democracia: el desaliento, la desconfianza, la sensación de que el esfuerzo de salir a votar no tiene sentido.

Lo ocurrido en Poza Rica es más que un pleito político, es un recordatorio de que la democracia no está garantizada. Requiere respeto a la voluntad ciudadana, instituciones imparciales y, sobre todo, coherencia. Porque resulta ofensivo que, mientras recordamos la lucha por la libertad y la justicia, tengamos decisiones que parecen caminar en sentido contrario.

Como sociedad tenemos que hacernos preguntas incómodas:

¿Qué tan en serio respetamos el voto ciudadano?
¿Qué tan dispuestos estamos a defender la democracia cuando no nos favorece?¿Queremos un país donde los resultados se deciden en las urnas o en los tribunales?

La democracia no puede ser una celebración de un día y un simulacro el resto del año. Si de verdad honramos a quienes nos dieron patria, deberíamos empezar por respetar la voz del pueblo.

Y lo digo con conocimiento de causa: sé lo que significa estar en una boleta. He sentido la tensión del conteo y también he vivido el momento de aceptar que los resultados no me favorecen. Lo he hecho con la frente en alto, porque así se respeta a la ciudadanía.

Por eso duele ver que, en pleno 16 de septiembre, mientras celebramos la libertad y el derecho a decidir, se ignore lo más sagrado: la voluntad del pueblo.

Si queremos una democracia viva, necesitamos coherencia. Respetar el voto no debería ser un acto de generosidad política, sino la regla más básica de nuestro sistema. Y yo estoy convencida de algo: cuando se honra la voz ciudadana, se pierde o se gana con dignidad, pero siempre gana México.

 

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